Una vez cosechadas en su punto óptimo, las frutas y verduras, sobre todo las climatéricas, continúan sus cambios fisiológicos (color, textura, sabor), y se va reduciendo su vida útil. Al margen del frío, existen una serie de factores que hay que tener en cuenta para alargar la vida post cosecha durante su transporte y almacenamiento, para evitar uno de los grandes problemas de nuestra sociedad actual: aproximadamente un tercio de la producción mundial de alimentos se pierde o desperdicia.
Una de las variables que influyen es el ambiente; la presencia de gases como el etileno o el etanol, así como esporas y microorganismos induce a las frutas y verduras a la maduración y posterior deterioro. Para reducir el número de mermas y mantener el producto más fresco, es necesario un control riguroso del gas etileno (conocido también como la hormona de maduración), que es producido de forma natural por muchas frutas y verduras como regulador de crecimiento, y que también está presente por ejemplo en los gases de los motores de combustión.
En el caso del transporte en contenedores de carga paletizada, el método más sencillo, económico y efectivo para evitar el impacto negativo de este gas en los productos perecederos es colocar filtros de etileno en la zona de mayor paso de aire del contenedor refrigerado.
La maduración se retrasa gracias a que los gases, al pasar a través del granulado de arcillas que está dentro del filtro, se van incorporando al mismo y mediante un proceso de oxidación, se convierten en sólidos inofensivos y se eliminan del ambiente inmediatamente.
Si además tenemos en cuenta que ciertos filtros de etileno son totalmente compatibles con la agricultura orgánica y ecológica, ya que no dejan ningún tipo de residuo en los productos vegetales, y además son muy económicos en relación a la carga, no parece que haya razones de peso para no instalarlos.